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Para hoy, un tema delicado… la pornografía en edades tempranas
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¿Quién no tuvo de adolescente preguntas sin responder, o esas ganas de saber qué era el sexo o la sexualidad? Partimos, de algunas décadas atrás, cuando nuestros padres y madres no solían contarnos nada, sencillamente porque no sabían cómo hacerlo o porque les daba “vergüenza” ponerse a explicarlo. A lo sumo nuestra curiosidad, nos hacía intuir, que aquel tema tan tabú, tenía que ver con los besos de las películas o con lo que pasaba en los dormitorios de nuestros padres cuando cerraban la puerta y te impedían pasar aunque anunciaras que una bomba acababa de caer en el salón. |
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Todo ha cambiado demasiado deprisa, o al menos eso es lo que a mí me parece dados los datos reales que manejamos en torno a la accesibilidad de contenidos sexuales o de pornografía a los que tienen accesos nuestros menores hoy.
“Un informe reciente del Ministerio de Justicia y Presidencia revela datos alarmantes: la mitad de los jóvenes españoles de entre 12 y 15 años han consumido pornografía al menos en una ocasión. El 25% lo ha hecho antes de los 12 años. Un 30% afirma que el porno es su única fuente de educación afectivo-sexual.”
“El Gobierno impulsa la protección de menores frente al acceso a pornografía en internet.” El pasado 14 de enero, el Ministerio de la Presidencia: propone un acuerdo de país para proteger a niños, niñas y adolescentes en la red, que incluye la aprobación de un proyecto de ley para la protección integral de los y las menores en internet.
Desde la Agencia Española de Protección de Datos y la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre se trabaja en el desarrollo de un sistema piloto de verificación de la edad para el acceso a páginas web de contenido para adultos.
Yo no sé a ustedes qué les parece todo esto, pero a mí me parece una auténtica barbaridad que se nos está yendo de las manos como sociedad. La infancia, la preadolescencia y la adolescencia (que no sé cómo cada vez comienza antes), se están convirtiendo en auténticos campos de batalla donde se promueven actuaciones ilícitas, prohibidas que, a la vez, se alimentan socialmente de aptitudes y actitudes que no se corresponden a sus edades biológicas.
A diario, nos vemos envueltos en situaciones donde hay menores expuestos o siendo víctimas de acciones no deseadas ni recomendables sin que haya un ¡Basta ya! O una cadena de denuncias que impidan que esto siga ocurriendo (lo peor de todo, es como estamos permitiendo o aceptando e incluso normalizando cuestiones muy serias como la hipersexualización de las niñas, o que a través de un teléfono móvil, puedan mediante web engañosas, llegar a entrar en contacto con páginas pornográficas o con redes de trata de menores).
Y sí, está ocurriendo dentro de nuestros entornos. Esto es fruto de la permisividad adulta con respecto a las nuevas tecnologías en manos de nuestros menores. No todos tienen que tener móviles con 8, 9, 10 años, me da igual… No todo vale. No todas las niñas o niños tienen que vestirse con ropas o disfraces (me da igual) si eso implica que los hagan aparentar 20 años.

Esta “bulla” por crecer y manejarlo todo, los hace llegar hasta una información sobre el sexo que no es real, ni sana, sobre todo cuando viene de un canal pornográfico o de películas que lo que están haciendo es distorsionar algo tan natural como la sexualidad, convirtiéndola en algo que para nada se asemeja a la cotidianidad o normalidad de una relación sexual consentida con otra persona, sea del sexo que sea, ni con un aprendizaje desde el conocimiento del cuerpo humano y sus necesidades fisiológicas.
Tenemos que reflexionar mucho sobre esto. Reflexionary añadiría también que tenemos que actuar. Tomar cartas en el asunto y sentarnos con ellas y ellos para contarles en qué consiste la sexualidad desde un plano educativo y desde la naturalidad y normalidad que el cuerpo humano representa para todas las personas sin que ello suponga un complejo tratado de medicina. Recordemos que son menores, y que ellas y ellos experimentan con su cuerpo desde que nacen. Como decía hay que plantearlo desde la conciencia educativa y desde un entorno de confianza como es el hogar y la familia. Solo así, cuando toque abordar ese tema desde sus centros educativos, se podrá hacer sin que eso implique un riesgo ya que se hará entre sus iguales y siempre en el leguaje que corresponda a sus franjas de edad.
No vale todo. Eso es lo que hay que aprender, enseñar e impedir. La educación sexual es una cuestión de estado hoy más que nunca. Es un tema muy serio, que está provocando en cascada problemas psicosociales, y/o de estructura como sociedad. En el caso de las mujeres/niñas, el tema si cabe es aún más peligroso y delicado, ya que la hipersexualización o la cosificación de las mujeres en páginas de pornografía, nos dan de lleno especialmente gracias al consumo de porno principalmente por parte de los hombres.
En este tipo de ficción, las mujeres somos un objeto sexual más. La pornografía es un negocio imparable. Un mercado que, a diario, gana millones de euros y que en muchas ocasiones tiene detrás a redes que promueven los abusos sexuales, la trata o que invitan a las “manadas de turno” (adolescentes chicos que consumen dicha pornografía) a que practiquen sexo sin consentir bajo coacciones y amenazas jugando con la inocencia, la falta de información, o el exceso de confianza que en ningún caso es real sino impostado de esa ficción rodada, con el objetivo de sacar “tajada” (económica- de placer, o ambas).
No olvidemos que en la mayoría de los casos, estas situaciones cuando se trata de víctimas de abusos, se hacen bajo el engaño o incluso bajo los efectos de las drogas contra voluntad que les dan a las víctimas, cuestión esta muy importante ya que cuando esto pasa, los violadores graban y publican impunemente en esos canales, o a través de grupos de “colegas” sus aberraciones que “se parecen” a esas escenas vistas en las web de pornografía que frecuentan y que no tienen ningún tipo de control de acceso más que el de una verificación a golpe de clic al que todo el mundo puede tener acceso, incluso ellos, los menores.

Afortunadamente, a mi parecer de una forma aún muy lenta, todos estos delitos están cada vez más penados. Lo peor y más dramático es que cuando esto les pasa a nuestros menores, sean niños o niñas, esto les marca de por vida. Tras una agresión sexual, del calibre que sea, se les arrebata su inocencia de un plumazo y probablemente la víctima tenga asociada ya una distorsión de lo que significa la sexualidad, que tendrá que tratarse con especialistas.
Nos rasgamos las vestiduras cuando vemos ya casi a diario cómo van bajando las edades de las víctimas y de los abusadores, pero como sociedad, estamos obligados a tomar partida en esto y creo que la educación es la base de todo esto. Lo nuevo no tiene por qué ser malo. Lo malo es usar lo nuevo con fines descaradamente abusivos como al parecer está pasando con la tan novedosa Inteligencia artificial y sus muchos y aún desconocidos usos a todos los niveles. Tenemos potenciales informáticos en casa. Contamos con herramientas “caseras” potentísimas y poderosísimas que nos caben en la palma de la mano y con esto, volvemos al principio del artículo… No necesitamos que nuestros niños y niñas de 8 años tengan esa bomba entre sus manos. El control, el buen uso, el conocimiento de lo desconocido, y el mundo de lo prohibido, tiene que ser algo que como adultos y adultas usemos para educar y concienciar a quienes están alimentándose de un mundo claramente tecnológico que ya nació antes que ellos y con el que convivirán por siempre. Sus emociones, sus conocimientos reales, sus capacidades, sus preferencias, y sus razonamientos ante todo lo que les llega (ya sea información, conocimiento, desarrollo personal o acciones de juego o disfrute), han de venir con las pausas necesarias para integrar dichos conocimientos y no con el acelere que todo se vive dentro de ese mundo ficticio e irreal que a diario nos cuentan que es la vida, y que definitivamente no lo es.
Tomemos conciencia de esto, y detengámonos a pensar en el mundo que les queremos dejar, y no en el mundo loco que nos quiere vender a todos los niveles, internet.
Marga Fernández Cortés
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